dilluns, 5 d’octubre del 2009

El encierro de Juana

Juana, reina de Castilla, nació con una maldición genética, una locura que se saltaba una generación y aparecía en la siguiente, a la pobre Juana le toco el premio.
La locura según se cree no era tan grave pero sucedió algo que trastornó a Juana completamente, la muerte de su marido Felipe “El Hermoso”. Juana, amaba a Felipe más que nada en el mundo y sus celos (justificados, ya que Felipe era un mujeriego que no escondía nada) alcanzaban niveles astronómicos. Debido a su amor cuando murió Felipe, y a los síntomas de locura ya notables, Juana dejó de asearse ya que estaba obsesionada, porque la noche anterior a la muerte de Felipe, estuvieron juntos en la cama y Juana creía que el olor y la presencia de Felipe estaban con ella. Además de lo dicho anteriormente Juana tenía otras obsesiones típicas de una demente; siempre iba vestida de negro y nunca se desplazaba a ningún sitio sin el féretro de su marido.
A causa de todo esto la pobre Juana fue restituida del trono de Castilla y, posteriormente, encerrada en el manicomio (más que un manicomio era una prisión) de Tordesillas.

Permaneció en Tordesillas 46 años reclusa forzosamente, siempre vestida de negro, sin aseo alguno y en una “celda” sin ventanas y apenas sin luz, contaban que Juana se negaba a las “comodidades” propias de una reina.
Juana estuvo siempre acompañada de su última hija Catalina (hasta que salió de Tordesillas para casarse con Juan III de Portugal). Menospreciada y maltratada física y psicológicamente por sus servidores, sucesos que acentuaría más su enajenamiento mental.
Juana hacia una vida retirada día tras día, alejada del mundo, del ruido y se le negaba visitar la tumba de su marido que estaba a escasa distancia, o visitar a sus hijos/as o a su padre, por miedo del que pueblo (que tanto quería a Juana) la legítima soberana y quisieran que volviera, gracias a los rumores creados por los adversarios del rey, de que estaba cuerda y capacitada para gobernar. Culpando, así, al rey y al hermano de usurpadores y de encerrarla por cuestiones políticas.
No se la permitió salir ni cuando el pueblo Tordesillas fue contagiado de la peste.
En sus últimos años de vida, a la enfermedad mental se le unió la física debido a los maltratos y a su propia dejadez, teniendo en sus últimos meses gran dificultad para caminar o moverse, enfermedad física ayudada también por la falta de aseo que le creo llagas y escozor en la piel.
Entonces fue rumoreada la indiferencia de Juana hacia la religión, y acusada de estar endemoniada, fue visitada por un jesuita que declaro que las acusaciones carecían de fundamentos después de largas charlas con ella, también declaro que debido a su estado mental no se le concedió el mejor tratamiento, ni siquiera se la ayudo a estar mejor, y la vida de soledad y maltratos solo la empeoró.
A una de las últimas personas que vio Juana fue a un santo, que la visitó para confortarla en sus últimos días de vida, éste declaró que recuperó la razón y la cordura, ya que Juana vio que el final de su vida llegaba.
Falleció en Tordesillas, prisión en la que estuvo encerrada durante 46 largos y oscuros años, el 12 de abril de 1555, a sus 75 años.

1 comentari:

  1. Este texto parece más una explicación que una redacción. Cuentas demasiadas cosas: céntrate en algo... La historia podría ser interesante; pero queda difusa.

    ResponElimina